jueves, 8 de abril de 2010

Un cuento de cielo y mar. (dedicado)



Con ojos como el alba
abriendo paso entre nubes
atenta siempre cantaba
sus más bellas ilusiones.


Y así por la tarde la vi;
y sentado en una piedra
me sonrió porque concebí
contarle una historia entera...


Nacida de un lecho humilde
bajo los pinos del norte
con su cabello ondeante
de rizos de oro rebeldes.


Un día la bella niña
contemplaba en la orilla
entre una ola que rompía
su estrella que la acompaña.


Decía que era la misma
que por las noches brillaba
con fuerte luz parpadeaba
atrayéndola a su cima.


Esa estrella sumergida
rojiza bajo los tumbos
del pacifico rugida
le sacaba los suspiros.


Y tomó rumbo la nena
en el litoral pedrusco
para sumergirse en brusco
impulso que la enajena.


Hundida en lo más profundo
por su arrecife angelical
ni mareas ni temporal
la cegaron de su mundo.


Y nadó corriente arriba
por cardúmenes preciosos
con Róbalos cuan hermosos
más nada la intimidaba.


De lejos distinguía
su estrella con armonía
Prisma de claros colores
alumbraban todo alegres.


Cuando al fin llegó a ese punto
donde su estrella moraba
la tomó así de un súbito
abrazo y en su pecho contemplaba.


Volvió la niña bella
escurriéndose en las olas
con su reluciente estrella
que la iluminaba a solas.


Al llegar a su morada
la colgó de un alto horcón
oscilaba su pasión
de volver al mar sentada.


Cuando entonces sorprendida
vio su luz un poco triste
se olvido muy conmovida
y pensó, ¿qué hiciste?


Esa tarde en un crepúsculo
agónico de occidente
devolvió el bello estímulo
al profundo residente.


Al dejar caer la estrella
de lo profundo salió
una luz que todo cubrió,
era el alma de la estrella.


Del rostro de la bella
una lágrima cayó
la recogí en su cuello
y un beso me estrello.


Me dijo gracias señor
por su bonita historia
y Ahora un ruiseñor
le canta en su memoria.


Encantado le respondí
no estés ahora triste
que con tu beso comprendí
que dentro de ti ahora existe...

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