martes, 4 de mayo de 2010

Epístola


Doy comienzo a una epístola
tallada en el dorso humano
que es víctima de la pistola
del analfabetismo emanado.
Encabezo con laureles
goteados por una madrugada
que satura la página de letras fieles
bordadas por el tiempo y su brigada.

El contenido no es ajeno;
conocido y residente es del que espera
el manjar de sabiduría bajo el seno
de un sol que arde sobre un cielo de primavera.

Redactada está la vida
en crujir de hoja hecha de piel
que expande el horizonte de caída
en el manchón del alma del fiel.

En el cierre queda una posdata incógnita
con el punto suspensivo de la esperanza
resguardando la última gota
de perseverancia y remembranza .

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