domingo, 17 de octubre de 2010

Bajo Las Alas


Cada mañana se estrellaba
en el vidrio de la ventana,
como en sinfonía dirigida en octava;
el canto del ruiseñor al sol engalana.

Resonaban de su garganta despertares,
que abrían los ojos haraganes
que bailoteaban en su rezago de pesares
sacudiendo la orquesta de mustios desganes.

De acompañamiento aleteaba un colibrí;
zumbando sus alas al viento mañanero
en percusión sobre flores del alma que descubrí
mojando sus cabelleras, en porvenir placentero.

En el jardín del alma, las dos aves decoraban
el paraje, dibujado bajo el ala de un Quetzal
que resguardaba minucioso lo que cantaban
a dúo con su acústico plumaje de tupido pastal.

El trío: ruiseñor, colibrí y quetzal;
que juntos decoraban el cielo invernal
nos regalan el concierto de esperanza de sus trinos invecibles
que soplan los despertares del espíritu y sus confines.

Hagamos pues de su canto una voz de esperanza...

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